«De Paris a Monastir», de Gaziel (Agustín Calvet) 1917
o cómo aprender literatura de un texto no literario
De Paris a Monastir, de Gaziel (Agustín Calvet) 1917 o cómo aprender literatura de un texto no literario
Lo que lo hace excepcional es que puede leerse como un texto periodístico, un manual de historia o una novela. Beatriz Cortel Clic para tuitear
Un escritor puede aprender mucho de textos no literarios. El libro que os presento es un buen ejemplo: se trata de una recopilación de artículos publicados en La Vanguardia, por un enviado especial del periódico a los Balcanes durante la Primera Guerra Mundial. Lo que lo hace excepcional es que puede leerse como un texto periodístico, un manual de historia o una novela.
Como texto periodístico, sorprende el distanciamiento con el que el autor aborda una guerra de tales dimensiones. Gaziel era un intelectual, un magnífico analista, y es probable que estas cualidades no puedan desarrollarse si no van acompañadas de cierto desapego. Porque es precisamente esta frialdad la que lo ha convertido en un testigo excepcional, por su objetividad, tanto para los lectores de su tiempo como para las generaciones futuras. Y por objetividad no me refiero a que no tomara partido, sino a su capacidad de exponer al lector las razones y contextos de cada una de las partes, permitiéndole posicionarse sin tratar de dirigirlo.
Pero una personalidad como la de Gaziel no podía limitarse a exponer los hechos como un simple observador; él necesitaba fundamentarlos. Al recopilar sus artículos años después en forma de libro (1917), el autor expuso en una introducción las que consideraba que fueron las corrientes de fondo que provocaron la Primera Guerra Mundial. No es habitual que una persona inmersa en unos acontecimientos sea capaz de analizarlos de forma tan lúcida y con tanta perspectiva.
El libro es una fuente inagotable de imágenes y escenarios inolvidables, así como de tramas sin desarrollar.
Aunque en su época, más que como artículos periodísticos, estos textos se leyeron como relatos, por el interés de la trama. Al tratarse de hechos reales descritos en primera persona generan en el lector un fuerte impacto, incluso para el lector moderno. Porque no estamos leyendo unos hechos históricos excepcionales, los estamos viviendo.
A lo que se une que el autor no muestra la guerra de la manera habitual, con muertos y bombas, sino de forma indirecta. Nuestro primer contacto con la guerra será el Mediterráneo, entonces habitualmente concurrido y que el autor se encuentra desierto (lo que le produce el desasosiego que a nosotros nos produciría una autopista abandonada). Más adelante, los sonidos de los bombardeos al otro lado de los Balcanes nos avisarán de que nos estamos acercando al frente; igual que los refugiados serbios, que se cruzarán en el camino nocturno del autor a través de la montaña nevada y que invadirán posteriormente su posada caliente y segura.
El libro es una fuente inagotable de imágenes y escenarios inolvidables, así como de tramas sin desarrollar. Un compañero de viaje sobre cuya identidad se duda, la súbita transformación de unos jóvenes griegos «europeizados» al llegar a su país de origen, lo que dejan traslucir los campamentos de los ejércitos inglés y francés de sus diferentes culturas, motivaciones e historia, los inaccesibles monasterios griegos… y tantas otras que podrían convertirse en argumentos de cientos de novelas. Animaos a leerlo, es muy posible que vosotros encontréis muchas más.